PARRES

INDEFENSIÓN

18 de agosto de 2010

Me imagino que muchas veces se habrán planteado que hacer ante los cambios de identidad que sufren sus ciudades, villas o pueblos. Es una total indefensión la que padecemos viéndonos obligados a aceptar la transformación de nuestras localidades de origen.
Es evidente que no debemos vivir anclados en el pasado y que es necesario evolucionar. También deben hacerlo los lugares en los que vivimos.
Todos estamos de acuerdo en que es preciso adaptar nuestras ciudades a las necesidades de las personas disminuidas. Actualizarlas de acuerdo con los tiempos en que vivimos. Dotarlas de zonas verdes, parques, instalaciones deportivas, zonas de juegos infantiles... E impedir que el paso de los años las deteriore de forma inexorable. Pero jamás se puede consentir que pierdan la identidad.
¿Con que derecho una corporación municipal tiene el poder omnímodo de hacer lo que quiere en nuestras calles y plazas hasta convertirlas en lugares desconocidos, con los que ya no nos identificamos?
¿Con que derecho borran las huellas de identidad de nuestra memoria sensitiva?
Lo cierto es que puede llegar un momento en el que nos de los mismo haber nacido en una ciudad que en otra porque nada nos recuerde el lugar que amamos por haberse posado en él la primera mirada de nuestro corazón.
Tal vez sean estas consideraciones demasiado románticas pero cuando se observa lo que ha sustituido ese rincón que añoras, la pena es mayor por el mal gusto imperante en la mayoría de las remodelaciones.
Estamos acostumbrados a contemplar con pena los desastres urbanísticos realizados hace unos cuantos años en los que ya nada podemos hacer. Sin embargo ahora, aún cabe la denuncia, la protesta. Aunque es posible que la mayoría acepte las decisiones municipales utilizando como coartada esa indefensión en la que en principio nos encontramos. María Teresa  Álvarez

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