Unamuno estudió Filosofía y Letras en Madrid. En 1891 obtuvo la cátedra de Lengua griega en la Universidad de Salamanca, de la que fue posteriormente rector. Su posición política e ideológica está marcada por la implicación, la evolución y el espíritu crítico. Durante unos años se sintió atraído por el socialismo, y su abierto rechazo a la dictadura de Primo de Rivera ocasionó que el Gobierno decretase su destierro a Fuerteventura. Allí residió hasta 1924, momento en el que logra evadirse de su confinamiento. Tras un año en París, instala su residencia en Hendaya, un pueblo fronterizo del sur de Francia. La caída de la dictadura (1930) y el advenimiento de la República favorecieron su regreso a España, donde fue recibido con honores: se le restituyó su cargo de rector en Salamanca y fue elegido diputado por esa misma ciudad. No obstante, las diferencias con el nuevo régimen harán que, al estallar la Guerra Civil (1936), apoye a los militares. Sin embargo, el enfrentamiento directo con los sublevados (en concreto con Millán Astray, fundador de La Legión) se produce pronto y le traerá como consecuencia un arresto domiciliario que durará hasta su muerte, en ese mismo año. El 12 de octubre de 1936 se celebraron en el paraninfo de la facultad diversos actos para conmemorar el Día de la Raza. Unamuno consideró que en ellos se había ofendido a los vascos y a los catalanes, por lo que increpó a parte de los asistentes. Ante sus palabras, Millán Astray reaccionó con el famoso grito de «¡Muera la inteligencia!». Unamuno contestó entonces con un discurso en el que sentenció: «Venceréis, pero no convenceréis».
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